Un alto en la vía. Es 24 de diciembre de 2014 y un mes antes Rubiela Espinosareunió casi 50 juguetes para darles aguinaldos a los niños pobres. Nunca vio nada de malo en aquella tradición de la que hacen parte sus familiares y amigos. Menos imaginó que llegara a ser ingrediente para el negocio de la mendicidad. Media hora después, en medio de la neblina que invade la troncal a la Costa, entre Yarumal y Briceño, enciende su auto y se despide con una sonrisa en sus labios.
Como Espinosa, miles de antioqueños tienen la costumbre de salir, durante el último mes del año, a tener un gesto de caridad con las cientos de personas que se apostan al borde de las carreteras de ese departamento.
Pero en esas buenas intenciones hay mucho de malo. Investigaciones revelan que detrás de los niños que extienden sus manos para pedir hay mercaderes que venden lo que reciben.
En la troncal a la costa Atlántica, jurisdicción de Yarumal, la presencia de familias a la espera de regalos y dinero cada vez es mayor. Por eso, la Alcaldía y Comisaría locales, el ICBF, la Policía de Infancia y Adolescencia vienen adelantando una campaña con el fin de evitar que esa problemática se siga extendiendo.
Y al tiempo con operativos para garantizar que no se violen los derechos de los menores, estas autoridades detectaron que los niños son llevados a esa zona del norte de Antioquia, desde otros lugares, por personas que se lucran de esta práctica.
Añaden que los menores que piden el dinero, por lo general, son obligados por familiares, amigos o conocidos que se aprovechan de su condición para generar lástima.
“Lo que no sabe el turista es que ese dinero no es para cubrirle una necesidad básica al niño, como estudio, vivienda o alimentación, sino para la persona que lo explota”, sentencia Marcela Zapata, una de las líderes de la campaña de sensibilización para no dar regalos en Navidad a personas al borde de la carretera.
Fortalecen operativos
Solo en el tramo comprendido entre los municipios de Yarumal y Briceño, en la carretera a la costa Caribe, se encuentran hoy cerca de 40 cambuches, levantados improvisadamente con palos y plástico.
Sin embargo, a lo largo de la troncal, en el sitio conocido como Ventanas y en jurisdicción de los municipios de Valdivia y Tarazá, también pululan los ranchos armados por personas que buscan la caridad de los turistas.
“Nosotros vivimos de los carros”, dijo Jairo, un montallantas consultado en julio pasado durante un recorrido por la carretera a la Costa.
Para contrarrestar los asentamientos ilegales al borde de la carretera, Mónica Arias, comisaria de Familia de Yarumal, indica que en los últimos tres años han desmontado 37 cambuches.
“Solicitamos la intervención del ICBF, para que se restablecieran los derechos con procesos sancionatorios, pero esto no ha desincentivado esa práctica. Tenemos que generar conciencia para que no siga entregando regalos, ni plata a estas personas”, anota.
Arias, añade, que las escenas que encuentran durante los operativos realizados son dramáticas. Niñas desnudas, malnutridas, casi a la intemperie y solo. En riesgo de ser atropellados por los más de 7.000 carros que transitan en temporada por la carretera en temporada alta.
Aunque ya compró los regalos para entregar a los pobres en Navidad, Espinosa tiene claro que no volverá a la carretera. Prefiere ir a la parroquia de su barrio o hacerlo a través de una fundación para no contribuir más con la mendicidad y el provecho de mayores con los detalles que son para los niños.
Autoridades recomiendan no dar regalos de Navidad en las carreteras para frenarla explotación infantil.
Fuente: http://bit.ly/1TATc5W