Las primeras versiones venían supuestamente del Ejército. Un periódico citó como fuente a inteligencia militar y otros mencionaron a la Brigada Móvil 16.
Todos los medios de comunicación coincidieron el viernes en que la primera alerta la había dado un joven indígena, de 19 años, quien en un esfuerzo sobrehumano y casi heroico había llegado hasta Tarazá (Antioquia) a informar que a sus padres y a sus hermanos, indígenas todos, los habían matado unos hombres en una vereda. Supuestamente, él se había salvado perdiéndose entre la maleza.
Hasta se dieron los nombres del papá y de la mamá y las edades de los niños y de las niñas, que no superaban los 11 años. Unos aseguraron que eran ocho las víctimas y otros, la mayoría, hablaron de siete.
La mayoría de los medios utilizó la palabra 'habría', como manera de poner en duda la masacre, porque ninguna autoridad oficial se atrevió a confirmarla, por fortuna.
Quienes dieron como fuente a la Brigada Móvil 16 olvidaron decir que esta no confirmaba la masacre sino el hecho de que un joven la estaba denunciando y que habían desplazado tropas al lugar para determinar lo sucedido.
Un medio radial dijo que el alcalde de Tarazá señaló que un joven de 19 años "informó de la muerte de siete personas: sus padres, un tío, un primo y sus tres hermanitos".
Otro dijo que "el Ejército confirmó la masacre", dio los nombres de los dos adultos muertos, y agregó que las otras víctimas eran dos niños de 11 años, uno de 4 y dos niñas de 5 y 3 años.
Otros medios, de radio, televisión y prensa, además de portales de Internet, dijeron entonces que el autor de la masacre había sido el frente 18 de las Farc.
El exministro Óscar Iván Zuluaga, precandidato presidencial del movimiento Centro Democrático, que lidera el expresidente Álvaro Uribe, salió a decir entonces que "el Gobierno tiene que replantear lo de La Habana, tiene que exigir de manera inmediata el cese de toda acción criminal". Y agregó: Esta masacre "demuestra a los colombianos las verdaderas intenciones de las Farc".
Pasaba el tiempo y nadie confirmaba. Se decía que el sitio de la matanza era a 18 horas de camino, que la zona estaba minada, que se estaba tratando de llegar por aire y tierra. Pero finalmente fue la Policía la que informó que la masacre nunca existió.
La Policía empezó a sospechar de la versión del joven que dijo ser indígena porque no tenía rastros de haberse internado en la maleza o haberse botado por un barranco para salvar su vida o de haber hecho un esfuerzo sobrehumano para llegar a buscar ayuda. Estaba intacto. Ni un rasguño tenía.
La Secretaria de Gobierno de Tarazá viajó hasta El Bagre (Antioquia), desde donde emprendió otra travesía por río y a lomo de mula, hasta llegar a la vereda La Arenosa, buscando a la madre del joven que denunciaba la masacre. Y la encontró. Viva. Y ella le dijo que su hijo sufría de problemas mentales. Se fueron para Tarazá con la señora y allí se dio el reencuentro de ella con su hijo y se develó la verdad: el padre del joven había sido asesinado 20 años atrás. La hermana estaba viva (ya había hablado con las autoridades) y no existían ni los hermanos que dijo que habían asesinado, ni los sitios que mencionó como escenario de los hechos.
Conclusión: se trataba de una información falsa. Una noticia que, sin embargo, alcanzó a darle la vuelta al país, que dejó huella, que hoy muchos colombianos aún deben estar dando por cierta y que fue aprovechada hábilmente por un precandidato presidencial para asestarle un golpe al proceso de paz, en el entendido, eso creo yo, de que estaba convencido de que sí era cierta, pero sin detenerse a pensar que si no estaba confirmada la muerte de esas siete personas, mucho menos podría estar confirmado el autor del hecho.