Raspachines y mineros se convierten en caucheros en Nechí


En Nechí, un poblado del bajo Cauca antioqueño, hay 110 hectáreas sembradas con árboles de caucho administradas por la Asociación de Caucheros y Cargueros de Bijagual, una organización que nació en el 2005 para buscarles a las familias de la zona alternativas de progreso.

Los 45 asociados al proyecto son campesinos, mineros artesanales y vendedores ambulantes. Antes de empezar con el caucho muchos se dedicaron por décadas a la siembra y recolección de coca.

Para este grupo de familias productoras no fue fácil abandonar las actividades que les generaban ingresos constantes para medírsele a un proyecto que solo les aseguraba ingresos al séptimo u octavo año, pero los deseos de dejar la ilegalidad y contar con una inversión para el futuro de sus hijos alimentaron sus esperanzas.

“La gran mayoría de socios tienen entre 60 o 70 años y piensan que todo este esfuerzo es para los más jóvenes de la familia, que se han ido integrando al proyecto, porque hay que pensar en el relevo generacional”, dijo Beatriz García Palomo, la presidenta de la Asociación.

Los hijos y nietos de los socios participan activamente del proyecto, acompañan a sus padres a las reuniones mensuales y muchos realizan las tareas que tienen que cumplir los socios, como abonar, desmalezar y fumigar las dos hectáreas de tierra que se les ha encomendado.

Los más jóvenes, en vez de dedicarse a la minería y la siembra de coca, prácticas comunes en la región, estudian en el Sena y once de ellos tomaron el curso de Sangrado del Árbol del Caucho. De esta forma se preparan para liderar la empresa, que comenzará a funcionar en marzo del próximo año.

Para el arranque del proceso de comercialización cuentan con un aliado comercial para la compra del látex y toda una alianza productiva interinstitucional que los acompaña, como lo es la Gobernación de Antioquia, el Ministerio de Agricultura y Desarrollo Rural, la Alcaldía de Nechí y el Programa Colombia Responde Norte – Sur de la Política de Consolidación Territorial.

“La minería y la coca generan buenos ingresos, pero se acaban y la región queda destruida, las tierras desérticas y dinero se lo llevan los particulares. Nosotros nos dedicamos a cultivar esto para labrar un futuro para nuestras familias y generar oportunidades y empleo para la región”, dijo José Manuel Navarro, uno de los líderes del proyecto.

Sin embargo, la espera ha sido difícil y después de ocho años muchos de los socios se sienten ya viejos y cansados.

Al finalizar este año tenían pensado comenzar la producción, pero no pudieron porque el socio comercial les exigió un centro de acopio en la plantación, lo que demoró el proceso y acrecentó la desesperanza.

“Esto es una lucha, no hemos recibido un peso todavía. Yo por ahí barequeo, lucho para ganarme un pan. No tengo un peso en el bolsillo, el proyecto está muy bueno, pero todavía no hay garantías”, dijo José Francisco Arrieta Gonzáles, de 63 años de edad.

Como él, Nilcia Elena Parón, de 62 años, ha hecho grandes esfuerzos. Paga los 5.000 pesos mensuales a la Asociación y tres jornales semanales de 75.000 a un trabajador para que retire la maleza, abone, limpie los árboles y los fumigue en caso de plagas. Esta es la labor que la asociación encomienda a todos sus miembros.

“La espera es dura, soñamos con que llegue el día, aunque las esperanzas se estén acabando por la vejez. Mi depósito de materiales de trabajo para el campo se acabó de tanto sacarle dinero y no meterle nada. Lo que estoy haciendo ahora para sobrevivir son contratos de uniformes para colegio”, dijo Parón.

Fuente: http://bit.ly/1mMjPGv

 

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