Desde hace casi cinco meses, doña María Celina Eusse no ha parado su llanto. En las noches frías de Yarumal, su soledad se ensancha y entonces dos recuerdos se le incrustan en el alma y no la dejan dormir: el de su esposo fallecido el pasado 3 de mayo y el de su hijo de 15 años, a quien la noche del 5 de junio le clavaron una puñalada en el pecho y duró veinticinco minutos desangrándose sin que nadie lo auxiliara.
Cosas tan crueles no pasaban en su pueblo años atrás, pero la violencia empezó a aflorar, los disparos a sonar en las noches y luego también en las mañanas y tardes. Había nervios de ciudadana, bendiciones cada noche para que nada grave pasara y de pronto la cosa se calmara, pero doña Celina nunca pensó que esa violencia iba a tocar su casa.
Y menos que una víctima fatal iba a ser su hijo, un joven con ganas de retomar sus estudios, los cuales había dejado por estar viajando a Medellín a acompañar a su padre, que estuvo interno en un hospital aquejado de una enfermedad que lo mató.
"Él ya estaba matriculado en un colegio y también iba a vender mercancías en moto, era el que me ayudaba después de que murió mi esposo", relató Celina con la foto de su hijo entre sus manos. ¿Cuál fue su pecado?
Supone su madre que haberse ennoviado con una jovencita que había sido novia de un joven perteneciente a una banda. Añade su hermana que días antes el supuesto criminal había estado rondando la casa armado con machete. El sábado 5 de junio el destino marcó la suerte fatal del muchacho.
"Él estaba acá, pero un amigo lo invitó a dar una vuelta y se fueron. En un momento mi niño se vio solo en la calle y el otro lo apuñaló".
Las lágrimas bajan por su rostro triste, sobre todo al recordar que su hijo se desangró y nadie acudió en su ayuda. Sostiene que su otra hija, que estaba con él, gritaba, pero nadie atendió sus llamados, "murió sin atención, cuando lo llevaron al hospital, llegó muerto".
En su noble corazón, ella no clama venganza sino justicia, "le pido a Dios por ese muchacho que me lo mató, ojalá le llegue el arrepentimiento, mi hijo era un niño bueno, mi mano derecha".
Crímenes, panfletos
Si no fuera por el contexto en que se da, la muerte de este joven sería una más de las tantas que se suceden a diario en Colombia. Por años, Yarumal ha sido tranquilo, calmado, pacífico. Y alegre.
Pero este año el ambiente cambió. Tanto, que en las cuentas del secretario de Gobierno, Pablo Ramírez, hasta el lunes pasado iban 52 asesinatos este año. Otro ciudadano, sin embargo, tiene el registro de 70.
Dice que su lista la ha cotejado con Medicina Legal y con las familias de las víctimas. Esta semana, en un Consejo de Seguridad, Medicina Legal reveló que van 68 homicidios, muchos para un pueblo de 50 mil habitantes.
La granada lanzada el sábado 18 contra una discoteca y que causó la muerte del joven Marco Henao Betancur y heridas a 14 personas, no fue algo aislado. El ataque estuvo precedido de un panfleto que días antes anunciaba un "sábado negro" en Yarumal.
Antes, otros dos pasquines también habían causado zozobra porque ambos contenían amenazas. En uno se trató de amedrentar a drogadictos, prostitutas y a la comunidad gay bajo el membrete "llegó la hora de la limpieza social" . Y el otro circuló con la firma de las Autodefensas Gaitanistas de Colombia. Anunciaba guerra contra las bandas Los Paisas y Los Rastrojos, que desde inicios de este año tomaron asiento en Yarumal, en donde protagonizan una lucha territorial por las plazas de vicio, el microtráfico y las extorsiones. Es lo que tiene disparados los homicidios.
Las víctimas están, la mayoría, en el pabellón San Bartolomé del cementerio local. Allí se ven juntas las bóvedas de los hermanos Sergio Alejandro y Andrés David Areiza Parra, asesinados el 28 de agosto (el mes más violento, con 15 crímenes). Están las fosas de los esposos Abel Yepes y Luz Dary Ramírez, ultimados en el corregimiento Ochalí el 19 de julio. Sobresalen, con cintas rojas, las tumbas de Cruz Elena Rojo Peña y Nevis Yuleni Roldán, una pareja de mujeres asesinada el 27.
Una muerte que causó conmoción fue de la del joven Eider Alfredo Gómez Orrego, de 16 años, a quien el sicario -que fue capturado- confundió con otra persona y lo acribilló en plena vía. En la losa de su tumba se ven sus fotos con los compañeros y compañeras de colegio, en las que reía con esa alegría que irradian los muchachos cuando llevan una vida tranquila, sin agites.
"Acá eso no vale, esto está como las comunas de Medellín, hay zonas con fronteras, barrios como San Carlos, Mediaguas, Cuatro Esquinas, Santa Matilde, El Señor Caído y San José, donde Los Rastrojos y Los Paisas imponen su dominio con intimidaciones y fronteras invisibles", señala un habitante.
Para proteger a adolescentes y niños, el Concejo, mediante acuerdo, impuso el toque de queda desde el 5 septiembre entre las 10:00 p.m. y las 5:00 de la mañana, aunque los mismos jóvenes se encierran más temprano.
"A mí ya no me dejan salir después de las 7:00", confiesa un niño de 11 años vestido de colegial. Este año van cuatro taxistas asesinados.
El padre Carlos Mario Zapata invita a los jóvenes a retomar la senda del bien. Aboga porque haya más respeto por la vida.
En Yarumal, punto estratégico entre Medellín y el Bajo Cauca, hay miedo y crímenes. El miércoles circuló el rumor de otra amenaza que hizo encerrar al pueblo desde las 5:00 de la tarde.
"Los negocios se están quebrando", afirma un ciudadano. Las almas también, pero de tanto llanto. Hay que parar la ronda de muerte.
Fuente: http://bit.ly/2YCig6v