Científicos de la Fundación Natura buscan rescatar una de las cuencas más deterioradas del país. Se invertirán US$6,3 millones para mitigar el daño en algunos sectores agobiados desde hace décadas.
Las aguas del río Magdalena y del río Cauca ya no crían tantos peces como antes. Se dice que algunos pescadores, frustrados, han optado por capturar la madera que viaja río abajo para venderla como leña. Que la mayoría del bocachico que se comercializa en el país ya no proviene de allí, sino del exterior. Y que las especies que quedan viven bajo el riesgo de extinguirse por los peces foráneos que empezaron a invadir su hábitat.
Hace 40 años, esos ríos, ciénagas, lagos y tierras inundables, que representan el 24 % de la superficie del país, proveían hasta 70.000 toneladas de pescado anualmente. La producción de ahora apenas alcanza las 10.000. Todo un dolor de cabeza para varios sectores, como el ambiental, porque la cuenca Magdalena-Cauca atesora la mayor riqueza de ecosistemas de agua dulce de Suramérica, según The Nature Conservancy (TNC).
Por eso el asesor sénior en ciencias de esa organización en Colombia, Tomas Walschburger, propuso ante la comunidad internacional crear un plan de conservación. Un proyecto para salvaguardar los microorganismos, los anfibios, los reptiles, las aves acuáticas e insectos, sin dejar a un lado la flora. Todos igual de diezmados que los peces.
La idea surgió hace un par de años, después de analizar las áreas de la región que están en alerta roja a causa de la deforestación, la minería, la ganadería, los embalses artificiales y un sinfín de presiones más. Así que el Fondo Mundial del Medio Ambiente (GEF, por sus siglas en inglés) se interesó por la propuesta al ver que ambos ríos forman una de las cuencas con el mayor grado de presión humana sobre el medioambiente a nivel global, según Walschburger.
El GEF le encargó a Josué Ávila, uno de sus delegados en Colombia, encontrar a alguien que desarrollara el proyecto, y los elegidos fueron la Fundación Natura, una organización ambientalista con 34 años de experiencia en Colombia.
Ante la noticia, su subdirectora de conservación, la bióloga Clara Ligia Solano, coordinó lo necesario. Revisó los cientos de archivos dispersos en escritorios de instituciones ambientales sobre el Magdalena y el Cauca y conformó un equipo de expertos encabezado por el biólogo marino Juan Carlos Alonso, un bogotano estudioso de este ecosistema y exprofesor de áreas protegidas en la Universidad Surcolombiana, en Neiva.
El equipo hizo la tarea. Subrayó en los mapas doce puntos en alto riesgo, la mayoría de ellos concentrados en la cuenca baja de ambos ríos. Entre ellos, los humedales de La Mojana, la ciénaga de Zapatosa y la de Ayapel, ubicados en la depresión momposina, y la ciénaga de Barbacoas, en el Magdalena Medio antioqueño. En esos puntos se concentrarán los recursos del GEF. Una suma de aproximadamenteUS$6,3 millones.
El reto que tienen los biólogos, geógrafos, hidrólogos y otros expertos fue dividido en tres enfoques: la creación y conservación de nuevas áreas protegidas, la salud de los ecosistemas acuáticos y el monitoreo de la biodiversidad que existe en la región, especialmente de la acuática. Tendrán cuatro años para hacerlo.
Aguas que urge conservar
La bióloga Olga Nieto Moreno ha estudiado por años la biodiversidad de los humedales del país, las comunidades que los habitan, las propuestas para protegerlos y el estado de salud de algunos. En especial de aquellos que están en la cuenca baja de los ríos Magdalena y Cauca. Por eso, la Fundación Natura la escogió como coordinadora del enfoque de conservación.
Su tarea y la de su equipo ha sido trabajar en áreas que están en riesgo dentro de la cuenca. Algunas de ellas ya están protegidas y cubren el 11 % de ambos ríos. El lío es que menos de la mitad de ellas ampara los ecosistemas acuáticos.
Esa falta los impulsó a crear otras tres áreas protegidas: Zapatosa, los humedales de Río Claro y Cocorná, en Antioquia, y los de Jamundí, en el Valle del Cauca. Un total de 160.000 hectáreas que superan en tamaño a la ciudad de Hong Kong. Para declararlas protegidas van a necesitar demostración científica, estudios técnicos sobre la riqueza biológica de esas aguas.
Otras cuatro áreas, ya protegidas, presentan contratiempos. Les hacen falta planes de manejo y de monitoreo de biodiversidad y programas para que la comunidad aproveche de manera sostenible sus recursos. Se trata de La Mojana, la ciénaga Barbacoas y el río La Vieja, donde también se invertirá.
Que vuelva la subienda
El bocachico y el bagre rayado son las perlas comerciales del río Magdalena. La demanda de ambas especies es tal que los pescadores del río San Jorge, el Cauca y el Magdalena capturan a los peces más pequeños, sin atender la talla necesaria para que alcancen a reproducirse.
“Una solución para ello es el trabajo con comunidad”, sugirió la geógrafa e hidróloga Beatriz Hernández, coordinadora del enfoque de salud de ecosistemas acuáticos.
A lo largo de la cuenca, se estima, viven 35.000 familias de pescadores, Natura impulsará en ellos buenas prácticas, acuerdos de pesca y un orden para comercializar. Y para que nada quede por fuera, los expertos modelarán las aguas donde ellos trabajan.
Harán ensayos y observaciones previas con el fin de medir la salud de la cuenca para que los peces se reproduzcan como se espera. Incluso modelarán el agua bajo otros factores que influyen en los ecosistemas, como los contaminantes, los efectos del cambio climático, las precipitaciones y las sequías.
El resultado de ese trabajo durará hasta 2021 y las conclusiones serán recogidas por otro equipo de la fundación, un grupo de expertos a cargo del biólogo Luis Carlos Peña.
La misión de ellos es diseñar un sistema de monitoreo de la cuenca a partir de la información obtenida. Ese aporte será clave para el Sistema de Información Ambiental de Colombia (SIAC) y los vacíos que tiene sobre el estado de los ecosistemas de agua dulce que tiene el país. En ese trabajo ayudará el Instituto Humboldt.
El fin de monitorear los resultados, de unir a los actores y consultarlos, de crear una metodología propia de la cuenca y de fijar unos indicadores abiertos al público serán la esperanza para saber si las aguas del río Magdalena y del Cauca volverán a criar tantos peces como antes.
Fuente: http://bit.ly/2yOJqKy